No estamos muertos,
siento el asma de un cadáver exprés
contoneando el espasmo,
huelo el vacío de canciones rubias del estante,
ayer la última tortilla era un juego de niños,
no estamos muertos todavía.
Alguien se atrevió a pedir comida
a los gusanos,
ella se comió la biblia con los ojos;
aquellos, que no saben de cuartos menguantes,
gastan lo poco en florerías.
El hambre me ha dado hermanos,
casi fantasmas
que habitan el hueco de algún poema;
aquí nuestros huesos son perennes,
mientras llueva en el alma pétalos y versos
no estamos muertos.
Martín Guerrero Ortega
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